República, democracia y economía falsas
Desde hace buen tiempo se viene hablando de la delincuencia en incremento, tanto en hechos delictivos como en aparición de nuevos delitos. Algunas noticias: sufrió asalto por falso taxista; falso delivery despojó de sus bienes a varias personas; falsos trabajadores de Sedapal (Lima), se llevaron televisores, laptop y dinero; falso colectivero secuestró a pasajero arrebatándole sus pertenencias.
Tenemos una democracia falsa, donde los candidatos regalones, terminan siendo gobernantes ladrones; electores falsos, en vez de elegir a capaces, eligen a rapaces. Hay falsos partidos políticos, no entran a servir sino a enriquecerse, subastan candidaturas, crean empresas con testaferros para esquilmar al Estado. Hay una falsa economía de mercado, pues, hay oligopolios que impiden la libre competencia, hacen concertación de precios en desmedro y en contra de consumidores y usuarios.
Hay un Estado falso, incapaz de gobernar; la Contraloría General de la República es falsa, su obsesión, contar cuánto se pierde por corrupción cada año, cuando su trabajo es prevenir, y hacer que la corrupción disminuya. Un Congreso falso, con mocha sueldos, ayayeros de tiranos, recolectores de dádivas de empresas, etc.
Hay un Ministerio Público falso, se ha dedicado a perseguir líderes políticos adversarios, celebrar pactos de impunidad con empresas corruptas como Odebrecht; encubrir a ex autoridades locales y regionales que sí han robado recursos públicos, caso peajes de Lima y delitos cometidos en la región Junín; ha dictado disposiciones de liberación de varios cientos de delincuentes capturados por la Policía Nacional del Perú.
Hay falsos alcaldes que hacen meter la pata a los regidores, haciéndoles aprobar lo que no es competencia del concejo municipal; hay falsos concejales que no hacen trabajo de comisiones, no legislan, no fiscalizan y no hacen labor de representación vecinal.
Hay falsos gobernadores regionales, falsos consejeros regionales y falsos funcionarios, porque no promueven el desarrollo de las regiones, no fomentan la inversión privada, devuelven obras al centralismo y son ineficientes en inversión pública.
Edgar Lajo Paredes – Abogado
Foto Jacobin Revista