La Colegiatura Periodística y el ejercicio profesional
¿Los periodistas deben colegiarse? Las reacciones de Rosa María Palacios, Gustavo Gorriti, Sigrid Bazán y Mirko Lauer, con base en la defensa a la libertad de opinión, no se hicieron esperar. Y aunque el congresista Clayton Galván retiró su proyecto de ley, la polémica podría cuestionar también la utilidad de cualquier colegio profesional.
La medicina se ha estudiado por siglos y científicamente en el Perú desde el siglo XVIII. En 1570 surgió el Protomedicato Real de Lima, que regulaba la enseñanza de la medicina en una época donde su ejercicio se compartía con curanderos de toda clase. El Protomedicato buscaba la legitimación de lo profesional contra el empirismo. Suena conocido el argumento.
El actual colegio de médicos se fundó recién en 1964. El estudio y ejercicio del derecho se hace desde el siglo XVI en el Perú, aunque se estudian leyes desde antes de que existan las universidades. Su actual colegio data de 1804, como resultado de una tendencia del siglo XVIII para fundar órdenes de abogados.
¿Para qué sirven los colegios profesionales si ninguno es garantía de la buena praxis? Sin embargo, para el ejercicio de la medicina o del derecho sí hay obligación de colegiarse por resguardo deontológico y una representación corporativa exclusiva. Se puede argumentar que el control lo pueden ejercer terceros, quizá las mismas universidades, pero el sentido de gobierno propio y autorregulación están legitimados por estas corporaciones.
El periodismo no es ajeno a las transgresiones éticas. Los escándalos sobre la corrupción de medios masivos por el montesinismo, los sicarios mediáticos, la concentración de medios y la ley contra la financiación de publicidad estatal en empresas de comunicación privadas son polémicas muy vigentes.
Colegiar a los periodistas no va contra la libertad de expresión porque no niega este derecho a los ciudadanos que laboran en medios privados. La abogada, el ingeniero y el sociólogo podrían opinar sobre la realidad nacional, pero bajo la denominación de su profesión real. La reducción al pragmatismo de Lauer con “todos son periodistas”, ¿acaso no nos retrae al curanderismo?
El periodismo ciudadano empodera a la sociedad sobre la democratización de la comunicación, pero la crítica surge porque no hay reflexión, ni interpretación, riesgo físico o sentido ético, si se acepta que periodismo es solo grabar con un celular y exhibirlo en un medio masivo. Diferenciemos entre la libertad de opinión y el ejercicio profesional del periodismo.
El contraargumento llega raudo: Mariátegui ejerció el periodismo sin terminar la secundaria y Vallejo, el poeta, era un gran cronista. Incluso algunos periodistas antiguos se iniciaron siendo menores de edad. ¿Les negamos sus calidades periodísticas? No construyamos una falacia.
Ninguna ley puede ser retroactiva en perjuicio de quienes han ejercido el periodismo, pero hay circunstancias que pertenecen a conceptos del pasado. Hoy, Noam Chomsky escribe de política, pero no se hace llamar periodista siendo él lingüista. Jürgen Habermas escribió la Teoría de la Acción Comunicativa, pero no se hace llamar comunicador social porque él es filósofo.
La reflexión sobre la necesidad de la colegiatura en periodismo, o comunicaciones, en el siglo XXI debe nacer de la toma de conciencia de la realidad. En el Perú existen facultades y escuelas profesionales de comunicaciones. Si reducimos todo al pragmatismo, no nos extrañe la poca rigurosidad en las casas de estudio, el nulo sentido crítico o que ni siquiera aparezcamos entre los relevantes teóricos de la comunicación en la Escuela Latinoamericana, salvo una excepción.
¿Le decimos a miles de muchachos que están perdiendo el tiempo porque cualquiera puede hacer lo que ellos estudian? ¿No es esta una realidad para cualquier ciencia si se aplica bien el estudio?
Es cierto que un colegio profesional actúa como poder político para bien o mal. Famosas han sido las intervenciones del Colegio Médico y el de Abogados en la política nacional. No puede negarse que algunos puestos se copan para aupar las ambiciones políticas, utilizando la organización como mecanismo de presión contra adversarios externos e internos.
Pero en el juego demócrata de regulaciones y balances, todos somos animales políticos. De hecho, las universidades actúan políticamente también. El mayor problema no es el asunto político, sino, una vez más, la corrupción de los que copan el poder y la pasividad de los mejores. Un mal generalizado en nuestra patria en el bicentenario.
Juan Carlos Talavera Velezmoro – El Peruano