La revolución que necesitamos en la Universidad Nacional de San Agustín
El lado bueno de la revolución que pretendemos llevar a cabo consiste en tener aptitudes, capacidades, emprendimientos, sostenibilidad, voluntad, decisiones y muchas ganas. La actual ley universitaria, 30220, dio la pauta para una nueva etapa en nuestra historia institucional; esta ya empezó y estamos obligados a continuar con mejores posibilidades. Pensamos que estamos en la línea de poder hacerlo.
Creo que urge la necesidad de discutir la mejora e instalar una sostenible calidad educativa. Recordemos que hace más de un siglo, en la reforma universitaria de 1918, estudiantes del continente formaron sus agrupaciones y federaciones para luchar por una mejor educación para todos. Esa reforma de estructuras, contenidos y fines de la universidad, planteadas hoy, para nosotros los agustinos, implica una revolución. Antes lo pidieron los estudiantes, hoy lo propiciamos los docentes para nuestros estudiantes y sociedad.
Para lo que pretendemos, nuestro término de referencia es el Plan Estratégico Institucional 2018-2020. El instrumento de gestión universitaria, inicialmente fue planteado el 2016 y fue mejor adecuado el 2018. El concepto clave a sostener vendría a ser “el modelo educativo de la universidad”. En ese sentido, planteamos construir una visión compartida con indicadores meta. Los principios generales indicados en el PEI, señalan un conjunto de valores y aptitudes donde se alinean, la búsqueda y difusión de la verdad, afirmación de la vida y la dignidad humana, la ética pública y profesional, un pluralismo con tolerancia y dialogo intercultural e inclusión, finalmente, el rechazo a toda forma de violencia, intolerancia y discriminación.
El modelo educativo planteado implica un desarrollo sostenible en la formación profesional, investigación, internalización, responsabilidad social, gobierno y gestión, innovación, emprendimiento y transferencia tecnológica. Se esperaba mucho de todo este proceso; por ejemplo, que el 80% de los estudiantes culminen sus estudios en el tiempo previsto, que el total de la docencia sea capacitada en educación superior incorporando TICs en los procesos; en el área de investigación, tener docentes inscritos en REGINA, que las investigaciones sean difundidas en eventos, publicaciones y revistas, que hayan sido utilizadas en empresas o instituciones, de otro lado, disminuir la vulnerabilidad de nuestros centros de formación, espacios administrativos y campus; también, la modernización de la gestión pública universitaria.
Finalmente, tener y sostener convenios con las universidades más importantes, así como una continua movilidad de docentes y estudiantes con becas y pasantías. ¿Qué nos proponía el PEI? Mejorar la calidad de la formación profesional, mejorar las competencias de nuestros docentes, realizar y promover la investigación científica, tecnológica y humanista, fortalecer la extensión y proyección universitaria, tanto en actividades internas como en las relaciones de la universidad en su entorno, mejorar la gestión institucional; también, la acreditación, la internacionalización, lograr un pensamiento crítico y ciudadanía activa, mantener líneas de investigación, una gestión del talento humano porque, todo tiene que hacerse socialmente responsable en la idea de ser consciente de los impactos generados en producción, interpretación, transmisión y generación de conocimientos donde, “quien enseña y quien aprende”, son importantes.
La lectura del hoy tiene dos tiempos hacia el pasado. Uno es lo que éramos antes de la actual ley; el otro, es lo que pasó después de su implementación. La nueva historia empieza el año 2015, hoy es un continuo con una versión permanente de mejora en todo los niveles y componentes. En esa perspectiva, un logro importante fue el licenciamiento por diez años y el inicio de los procesos de acreditación por escuelas y facultades. La estrategia del fierro y cemento de gestiones rectorales anteriores, se vio ampliamente superada por un licenciamiento, merito por el tiempo otorgado y también, por la mejora de condiciones de infraestructura, equipamiento, logística y servicios.
Luego de un proceso de indagación hecha a futuros estudiantes universitarios, se les hizo saber cuáles serían las claves para elegir a la mejor universidad: elige una universidad que tenga la carrera y especialidad que deseas asegúrate que la universidad de tu interés sea reconocida, investiga sobre el campus, infraestructura y equipamiento, infórmate de la trayectoria de los docentes, analiza los servicios que ofrece, averigua sobre la vinculación internacional de la universidad, revisa sus convenios, membresías y acreditaciones; finalmente, ve sus costos educativos. Como bien dicen, elegir una universidad para estudiar, es una tarea que debe de enfrentarse con mucha responsabilidad. A lo señalado, ¿necesitamos hacer una revolución? Sí. Pero, antes requerimos tener claro algunos conceptos como la conservación, el mejoramiento y el cambio, que deben planearse en tiempos que signifiquen acción y gestión en lo inmediato, corto, mediano y largo plazo, porque cada tiempo tiene sus indicadores y metas.
Mantener lo que funciona, va de la mano con el siempre estar mejorando, para el caso, nuestra pretendida revolución obliga a cambios alineados con mejoras y soportes de lo que funciona bien. Entonces, ¿qué hacer? Lo académico aparece como esencial en el quehacer universitario. El inicio del cambio del plan y estrategia académica, se da cuando un postulante ingresa a una Escuela Profesional. Ahí se activa el sistema y aparece la Dirección Universitaria de Formación Académica – DUFA, con sus áreas de estudios generales y la Oficina de Recursos Educativos.
También la Dirección Universitaria de Desarrollo Docente –DUDD, la Dirección Universitaria de Admisión, con sus áreas de procesos de selección y centro preuniversitario. Pero, y por aquí quisiéramos empezar el cambio: ¿En qué los preparan y cómo se los selecciona? Es evidente que siempre la demanda supera a la oferta educativa que establece y puede hacer la universidad. Siempre son más lo que quieren estudiar y relativamente pocos los que acceden. Los que ingresan ¿están bien seleccionados y son los indicados para formarlos?, creo que no todos. La revolución que necesitamos empieza allí.
Esto implica tener claro y saber quiénes deben de ingresar a la universidad, para lo cual, debemos de evaluar los procesos de selección, ahí está el detalle. ¿Cuáles deben ser los principios y las prácticas en la selección para la admisión a la universidad? En esa lógica, el tema no pasa por la confiabilidad y objetividad del resultado de los exámenes, el tema va en lo que se plantea para la selección. No se trata de asegurar que el buen desempeño en el colegio aparece como un buen indicador, cuando bien sabemos que la educación secundaria es de lo más heterogénea. Creo que se trata de medir las competencias y conocimientos que posee el postulante; por lo tanto, los temas o materias a evaluar van a depender del programa académico al que desea postular.
Necesitamos medir capacidades, aptitudes y habilidades, o sea, todo lo que deben de saber para ingresar a la universidad; estos tienen que ser diferenciados por áreas, para el caso tenemos: ingenierías y ciencias físico-matemáticas, ciencias biológicas, químicas y de la salud, ciencias sociales y administrativas, finalmente, las humanidades y artes. Todos tendrían un porcentaje dedicado a las habilidades y conocimientos básicos y, otro a las competencias específicas del área y carrera a postular.
En la selección del futuro estudiante está el inicio de nuestra revolución. El más o menos de lo indicado, no cambia la idea de este primer logro y resultado esperado. De toda la demanda existente, seleccionar adecuadamente, no significa excluir intencionalmente. Bueno, en este proceso señalado ya han ingresado y dirán que son del tercio o quinto superior de la demanda. Ese es un buen indicador de lo que queremos.
Ahora, ¿cómo vamos a formarlos y forjarlos? La pregunta es válida, ¿Qué tenemos como soporte para ello? No vamos a desarrollar aquí todo lo que ha sido las evidencias de nuestro licenciamiento, pero si es bueno indicar nuestras acreditaciones. Tenemos un sistema académico con toda la normativa y reglamentos para su funcionamiento: centros de producción de bienes y servicios, área cultural y, por si lo olvidamos, también se cuenta con un estadio para 44 mil espectadores, pero, no contamos con equipos de futbol, prácticas de atletismo, vóley básquet, gimnasia, artes marciales, deporte de salón, etc.
Lo menciono expresamente porque, justo ese es un indicador histórico. Se pensó en el fierro y cemento, pero jamás se anticipó o alineó el deporte como una política universitaria. Así de simple. La ley indica los procedimientos para la carrera docente. Ya no debe de haber ningún docente sin maestría; es cierto que muchos están empeñados haciendo sus doctorados porque saben bien que, sin ese grado, no pueden ser principales.
En la intención, necesitamos que los docentes, en esta revolución, se capaciten y especialicen en todos los niveles, sean diplomados, segundas especialidades, maestrías, doctorados; algunos de ellos en más de uno, Así, todo va bien en la calificación para los procesos de acreditación. Pero, creo que se hacen capacitaciones más porque las necesitan para ascender, no por una vocación para mejorar nuestro conocimiento y competencias; ese es un indicador a cambiar. Este primer encuentro, referido a tener alumnos seleccionados de manera diferencial y docentes con un perfil especializado debidamente acreditado, va bien.
Se ha acordado recientemente el proceso de evaluación curricular y reformulación curricular con miras a que el 2024, cada escuela profesional tenga lo que considere mejor en el logro de sus fines académicos. Nos parece bien, porque todo ello debe estar alineado a principios ya anunciados líneas arriba. En la facultad se imparten estudios especializados en una rama concreta del saber, en una facultad se encuentran escuelas profesionales enmarcadas en un área determinada del conocimiento. Tenemos facultades con un solo departamento y otras con varios, facultades con muchas escuelas y facultades solas.
En ese sentido, la ley indica que las facultades tienen que tener mínimo dos escuelas, por lo tanto, parte de nuestra revolución está en llevar a cabo un acuerdo ya establecido, cual es, la restructuración de facultades, haciendo expreso cumplimiento de la norma y, además, estableciendo un formato mejor definido por especialidades y por áreas, siendo así, que los departamentos académicos tengan un papel protagónico por mandato y línea especializada. ¿Qué nos ha sucedido en los últimos años, producto de la pandemia del coronavirus? Obligadamente tuvimos que usar, para el proceso de enseñanza, el modelo virtual y todo lo que implica la no presencialidad.
Este suceso exógeno insinúa con mucha claridad que este modelo debiera ser incorporado en algunas áreas del conocimiento y en algunas escuelas profesionales. Hacerlo significa tener sistemas de conectividad de primera línea. Hoy la tecnología de la información, o sea, todo lo que implique en general los TICs, es imprescindible. El perfil formativo tiene que estar con componentes presenciales, semipresenciales y no presenciales. Todo esto necesita de un nuevo licenciamiento y ese es el reto de escuelas, facultades y universidad en general. Visto desde otro ángulo, hacer este nuevo sistema mixto, ahorra aulas y eso supone que podemos soportar más alumnos en tanto que la demanda año a año crece. En otra mirada, toda institución pública como la nuestra, necesita generar recursos propios para su mejor uso y beneficio.
Con buena intención y no tan buena perspectiva, se apostó a procurar ingresos fuera de las asignaciones presupuestales, por la vía de la formación académica, sean estas segundas especialidades, diplomados, maestrías y doctorados. La intención fue buena, pero, tenía sus límites en tanto fueron mal diseñadas y marketeadas, los términos de selección, cumplimiento y pagos no fueron de lo mejor. Si la idea es tener una buena generación de ingresos por rendimiento y que sean sostenibles, la mira está en el área de producción de bienes y servicios.
Solo mencionamos un listado de lo que tenemos y debemos de mejorar para ponerlos en primera línea: Majes, Sumbay, laboratorios físico-químico, Carpintería, Unsa-jardín, Centro de Salud Rio seco, Hospital Docente, Hospital Pedro P. Díaz, Instituto de Informática, Centro de Idiomas, Panificadora, Unidad de Capacitación en Bienes y Servicios, Información y Medios – TVUnsa, Servicio Industrial, Emprendimientos, Centro de Microscopia Electrónica, Idunsa, Ceprunsa, Unidad de Procesos de Selección, Laboratorio de Mecánica de Suelos y Pavimentos, Laboratorio de Concretos y Ensayos de Materiales de Construcción, Laboratorio de Análisis Clínicos, Centro de Investigación y Desarrollo de Materiales, Planta de Segregación de Materiales, Planta de Fundición y Moldeo.
De lo indicado, la estrategia debiera consistir en tener una gerencia eficiente y eficaz en el área de producción de bienes y servicios, porque el buen servicio y producción logra sostenibilidad y sustentabilidad, un factor importante en la generación de los recursos directamente recaudados. Esta es una buena apuesta, haberlo hecho sobre la base de la formación, con demasiada competencia y en situaciones no tan adecuadas, no posibilitó lo esperado; contrariamente, los bienes y servicios, proveen recursos para mejorar alcances estrictamente académicos.
Finalmente, lo que nos espera en el corto plazo: Una mayor demanda de postulantes. Para lo cual, la estrategia de selección debe estar diseñada para tal efecto; lograr que el postulante escoja lo que le interesa y no simplemente, que quiera ingresar. Cubrir necesidades de formación en espacios territoriales con demandas crecientes, Majes, Camaná, Islay. Consolidar todo nuestro equipo docente con capacidades y competencias. Incentivar, monitorear y culminar los procesos de acreditación de todas las Escuelas y Facultades.
Definir, con el mejor criterio, la restructuración de todas las facultades de la Universidad. Tener logros en el proceso de evaluación curricular y reformulación curricular. Para el Bicentenario 2028, estructurar un Plan Estratégico Institucional (instrumento de gestión), de manera participativa. Tener claro, cual es el aporte de nuestra Universidad para con su sociedad, región y país en general.
La revolución que necesitamos en la UNSA apunta a un plan de mejora continua en todos los niveles y componentes de nuestra universidad. Esto es ser referente de formación, compromiso, aporte, representatividad y marca institucional. Nuestra meta tiene que evidenciarse al cumplimiento de nuestro Bicentenario -2028-; esa fecha y celebración, será el inicio de una nueva etapa en nuestra historia. ¡LO LOGRAREMOS!
Walter Salas Raa – Sociólogo y docente de la Universidad Nacional de San Agustín – Revista Willasunki