Así se vivió el golpe de Estado en Chile el 11 de septiembre de 1973
Fernanda Hernandez Orozco – Expansión.
Un levantamiento militar, encabezado por Augusto Pinochet, puso fin al gobierno socialista de Salvador Allende, un hecho que 50 años después aún marca al país sudamericano. La historia de Chile quedó marcada con fuego el 11 de septiembre de 1973. Ese día, la democracia en el país sudamericano fue interrumpida por un golpe de Estado militar contra el presidente socialista Salvador Allende.
Primero al frente de una junta militar, y después en solitario como presidente, Augusto Pinochet estableció una dictadura que se prolongó hasta 1990, dejando miles de muertos, fallecidos, desaparecidos, detenidos, torturados y exiliados.
Entonces, Chile sirvió como lugar para experimentar con el modelo económico neoliberal en América Latina.
11 de septiembre de 1973: ¿cómo empezó el golpe de Estado?
El 11 de septiembre de 1973 el ejército chileno se encontraba concentrado en Santiago, la capital del país, por la celebración de las glorias del Ejército. El golpe fue organizado por el vicealmirante de la Armada, José Toribio Merino, y el comandante de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh.
Chile atravesaba una profunda crisis política y económica entonces. Allende, que pretendía llevar a Chile al socialismo por la vía pacífica, enfrentó una gran oposición.
Solo unos meses antes, el 29 de junio, el gobierno de Allende había sobrevivido un levantamiento militar que fue, irónicamente, sofocado por el general Augusto Pinochet.
El 23 de agosto, Pinochet se había convertido en el comandante en jefe del ejército. Él fue el último líder de las fuerzas armadas en unirse al plan del golpe, apenas dos días antes.
Los acontecimientos del 11 de septiembre comenzaron en la mañana. El presidente Allende fue informado de la sublevación de la Armada, por lo que se dirigió al Palacio de la Moneda —la sede del gobierno chileno— a las 7:30 am. El edificio estaba custodiado por tanquetas de carabineros, el cuerpo de policía del país. Después del primer comunicado de la Junta militar, los carabineros se retiraron uno por uno.
“Instantes después, por la puerta central de La Moneda entraron 23 hombres más, miembros de la escolta presidencial, armados con fusiles automáticos, dos ametralladoras calibre 30 y tres bazucas”, escribió el periodista Manuel Mejido en su libro Esto pasó en Chile.
Solo 45 minutos después, el ejército inició el ataque al palacio de gobierno por tierra. El palacio presidencial había sido rodeado por 10 tanques del ejército. Fuera de La Moneda, el ejército dispersaba a grupos de curiosos con disparos al aire.
Cerca de las 11:00, Allende dirigió su último mensaje a Chile, a través de una cadena de radioemisoras simpatizantes del gobierno. En éste, señalaba su decisión de no abandonar la casa de gobierno. Agregaba que se mantendría firme en su postura de “seguir defendiendo a Chile”.
“Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Otros hombres superarán este momento gris, y amargo donde pretende imponerse la traición. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor” dijo Allende en su último discurso.
Al mediodía, se inició el bombardeo sobre la sede del gobierno chileno. Se prolongó durante 15 minutos. Aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea de Chile, luego de sobrevolar el objetivo, atacaron el palacio presidencial con cohetes que destruyeron dependencias y provocaron el incendio del edificio. Pocos minutos después, cayó La Moneda.
“Al día siguiente, toda la prensa del país mostraba en primera plana el Palacio de La Moneda destruido y humeante. Con tres siglos de historia y habiendo albergado a 23 presidentes de la República de Chile, éste nunca antes había sido destruido” indica el sitio Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional de Chile.
¿Qué pasó con Salvador Allende?
Allende resistió junto a sus colaboradores más leales en el Palacio de La Moneda y advirtió que moriría en el lugar donde lo había puesto el pueblo chileno como presidente del país. Hacia las 2:00 de la tarde, antes de la entrada de los militares al palacio, Salvador Allende se suicidó.
Durante muchos años, existió entre algunos sectores de las izquierdas chilena y latinoamericana la teoría de que, en realidad, Allende había muerto en un enfrentamiento con los militares golpistas. No obstante, un falló de la Corte Suprema de Chile del 7 de enero de 2014 confirmó que el primer presidente socialista en llegar al poder por vías democráticas había terminado con su propia vida.
El fallo señala que, dentro del Salón Independencia de La Moneda, Allende se sentó en un sofá, instaló el fusil entre sus piernas y, apoyándolo en su mentón, lo accionó. El presidente chileno falleció en forma instantánea, según un reporte del periódico español El País.
«A consecuencia de esta acción, su cuerpo quedó en una posición tal que su cabeza se cargó hacia la derecha e inclinó sobre el tórax. La bóveda craneana tuvo una pérdida importante de masa encefálica, que queda disgregada en el suelo y en el muro ubicado a sus espaldas», indica el fallo judicial.
La dictadura en Chile
Hay que hacer una precisión. El golpe de Estado de 1973 y la dictadura de Augusto Pinochet son dos procesos históricos distintos. No fue hasta 1975 que Pinochet instauró un régimen neoliberal en Chile, después de muchas disputas dentro de la junta militar entre nacionalistas y neoliberales.
«Este proceso se dio con crímenes, Pinochet asesinó a dos generales de alto rango que estaban en contra del neoliberalismo, pero que habían participado en el golpe contra Allende», dijo Alfredo Sepúlveda, académico de la Universidad Diego Portales de Chile, a Expansión en junio de 2021.
El gobierno de Pinochet fue conocido por su brutalidad contra la oposición y contra los seguidores de la Unidad Popular, el movimiento político que llevó a Allende al poder en 1973.
La violación sistemática de los derechos humanos se llevó a cabo a través de los órganos estatales ya existentes (Fuerzas Armadas, Carabineros de Chile, Policía de Investigaciones), mientras que otros fueron creados especialmente para tal efecto, como fue el caso de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA, 1974-1977), el Comando Conjunto (1975-1977) y la Central Nacional de Informaciones (CNI, 1977-1990, sucesora de la DINA).
Entre 1974 a 1977, la DINA, al mando del coronel Manuel Contreras, actuó en forma selectiva y sistemática atacando a los dirigentes de los partidos políticos de izquierda que se encontraban en la clandestinidad, lo que elevó la cifra de detenidos desaparecidos a 1,102 en 1977.
Desde 1978 en adelante, la represión tomaría cauces más institucionalizados, manteniéndose la violación sistemática de los derechos humanos hasta el fin del régimen militar, como una forma de reprimir los movimientos políticos y sociales que protestaban por el retorno a la democracia.
“Los militares chilenos fueron más efectivos en su brutalidad, Le apuntaron a los militantes sospechosos con más precisión”, que otras dictaduras militares, como la de Argentina, que duró mucho menos años que la chilena, dijo Angell a BBC Mundo.
El especialista de la Universidad de Oxford compara lo que pasaba en Chile con la situación en Alemania Oriental en ese momento histórico, donde había “una gran red de informantes, un enorme aparato de control… mecanismos muy efectivos: Chile era una prisión, en ese período y uno sabía cuáles eran las reglas».
Según el informe de la Comisión Nacional de la Verdad y Reconciliación o Informe Rettig —publicado en 1991—, 3,196 personas murieron por violencia política, de los cuáles, 1,185 fueron detenidos políticos desaparecidos. Sin embargo, el informe Valech, de 2004, habla de hasta 25,000 personas que denunciaron ser víctimas de la represión dictatorial.
En 1990, Pinochet convocó a un plebiscito para saber si continuaría en el poder. Una importante campaña de la sociedad impulsó el voto por el No, que terminó imponiéndose por una ligera ventaja. Así, Pinochet dejó la presidencia, pero fue nombrado senador vitalicio en 1998.
Consecuencias del golpe de Estado
A pesar de que la dictadura de Pinochet terminó hace más de 30 años, el impacto del golpe de Estado y de los 17 años del régimen pinochetista aún resuenan en la sociedad chilena y en el mundo.
El golpe de Estado en Chile fue inesperado. A diferencia de lo que sucedió con otros gobiernos socialistas en el mundo, Allende no llego al poder por medio de las armas sino a través de las urnas.
“Chile tenía una tradición constitucional mucho más entendida y fuerte que muchos países europeos. La reacción, especialmente en Europa, fue que, si un golpe de Estado de este tipo pudiese ocurrir en Chile, entonces podría ocurrir casi en cualquier lugar”, indica Alan Angell, académico de la Universidad de Oxford, en un artículo para la revista Política, de la Universidad de Chile.
Además, la imaginería utilizada por la Junta Militar de Chile ha sido replicada en otros golpes de Estado, como el de Egipto en 2013.
“Yo pienso que lo que hizo que este golpe militar que se tomó el poder duraron por mucho tiempo. Consolidó un sendero para Chile de tal manera que incluso ahora, lo que vemos en Chile es resultado de lo que ocurrió en 1973”, dijo a BBC Mundo el diplomático palestino Fasi Elhusseini.
Chile se convirtió en esos años en el laboratorio de las teorías del economista estadounidense Milton Friedman, de corte neoliberal, es decir, privilegiando al mercado y la inversión privada sobre el Estado. Nada más opuesto al marxismo clásico de Allende.
Muchos de esos principios quedaron consagrados en la constitución de 1980, aún vigente en el país. Aunque muchos de sus elementos más conservadores han sido reformados, muchos chilenos ven en la constitución el origen de la desigualdad económica que persiste en el país y que llevó al estallido social de 2019.