Gobierno títere o de transición
Por el bien del Perú, adelantar las elecciones al 2023, no resolverá la crisis, pero la encauzará. No más asesinatos, no más violencia, prácticamente cada día del gobierno de Dina hay un asesinato. Ya son más de 40 los asesinados. Ni el congreso ni el ejecutivo se dan por aludidos, ni se inmutan, peor todavía, se victimizan. Premier Otárola, asuma el respeto y amor al país y plantee, en su investidura, elecciones con nuevas reglas el 2023. BASTA YA.
El gobierno de Dina Boluarte, es títere del nuevo oficialismo congresal que ha tomado por asalto el ejecutivo, luego del desastroso gobierno de Castillo y su torpe y burdo autogolpe; legal y constitucional es, como cuestionable es su legitimidad política y social. La presidente ha mostrado gran agradecimiento con las ex bancadas opositoras con las que pacto con anticipación para suceder a Castillo y hoy son sus bancadas oficialistas y principales defensoras; y éstas, han evidenciado, una y otra vez, su contento con el nuevo gobierno que hoy ven como “bueno”. No hay rubor en ninguno para contradecirse, por lo que decían uno contra otro, hace pocos días. Han vacado a castillo, hoy son gobierno, quieren hacer las cosas a su antojo. Han volteado la tortilla a su favor, el país para nada cuenta.
El Perú es irrepetible, en un contexto normal, la sucesión de Dina significaría implementar, con eficiencia y sin corrupción, lo propuesto por Castillo y ella en la campaña electoral. El desgobierno de Castillo, abandonadas las propuestas de campaña, estuvo plagado de ineficiencia y corrupción. El de Dina parece abrazo abierto a las propuestas de los adversarios, lo que le resta legitimidad social y política y, la ciudadanía que voto por ella lo vive como traición. Ella además de vicepresidente fue ministra de Castillo durante todo su gobierno, salvo en el gabinete Chávez que duro pocos días antes del autogolpe. Por todo lo que declara ahora contra el gobierno que integró, por qué no renuncio cómo ministra e incluso como vicepresidente, su gente que lo vive como deslealtad y traición. Recordando al traicionero “gobierno del lagarto”, ojalá, este no sea el “gobierno de la cocadriz”.
Nada se sabe de lo que pretende hacer el gobierno, salvo sus originales yerros gubernamentales enmendados (cambio de gabinete a la semana), o ratificados (quedarse al 2026, recortar al 2024, aceptar elecciones el 2023 y regresar al 2024); lo visible es la militarización, muertos y violaciones a los derechos humanos ante las protestas y el repetitivo dicho que en “julio del 24” quiere decir “tarea cumplida” de no se sabe qué. La única manera, de saber para y por donde irá el gobierno, lo conoceremos cuando el Premier Otárola vaya al Congreso a presentar la política general de gobierno y esperar su “investidura”; la cual, sin saber lo que dirá, parece ganada antes de presentarse dados los adelantos de opinión de las bancadas del fujimorismo, Avanza País, APP, Renovación Popular y AP que sin escucharlo han anunciado su voto de confianza. Las bancadas de izquierda, aliadas y defensoras durante la gestión de Castillo, votarán en contra.
Tenía la expectativa que la experiencia gubernamental, formación política y constitucional del Premier podría darnos 4 cosas: i) Claridad en la política general de gobierno sin ir a los extremos y demostrar que no está hipotecado a las bancadas de derecha; ii) volver a proponer elecciones el 2023 (aceptada por la presidente y el Ministro de justicia) y “enganchar” con la exigencia ciudadana de que se vayan todos; iii) pedir perdón por los muertos y víctimas de las protestas y anunciar reparaciones para sus deudos y familias; y iv) dejar sentado que no existe gabinete en la sombra, pues lo dicho y hecho repetidamente por la presidente, hace dudar de su existencia, importa saber quiénes toman o ayudan tomar las decisiones para no ser sorprendidos por nuevos “paisanos o familiares”.
Decía que era mi expectativa, luego escuchar al Premier, ensalzar la “convicción democrática” de la bancada fujimorista porque le anuncio su voto de confianza, diré que ha desnudado mi ingenuidad, pero no descartado mi esperanza de que algo serio y bueno diga en su presentación. Rebelarse contra el titiritero, dar muestras de ligera movilidad e interés por el país podría anunciarlas con las siguientes medidas:
Proponer nuevas reglas mínimas para las futuras elecciones y no dejarlo al interés congresal, si ellas son parte de la política general de gobierno “obligaría” a aprobarlas dado su voto de confianza. El congreso está cegado con la bicameralidad y reelección congresal cuando son otros los temas de mayor urgencia y emergencia electoral: impedimentos para ser candidatos a delincuentes sentenciados o con acusación fiscal y normas que eviten el transfuguismo y multiplicación de bancadas mediante el cupo partidario.
Exigir a sus aliados congresales detener el manoseo tendencioso de los organismos electorales (JNE, ONPE) y organismos constitucionales (JNJ, DP, TC) para poner, reformando la constitución, autoridades a su antojo.
Anunciar que la gran reforma constitucional no será hecha en este periodo de transición, ni por una asamblea constituyente imposible de convocarse ni por la Comisión de Constitución que está funcionando como una “asamblea constituyente en la sobra parlamentaria”.
Es pomposo llamar gobiernos de transición democrática a gobiernos que por su temporalidad y mandato son fundamentalmente de transferencia de un gobierno otro. Quizás moleste, sobre todo a sus actores, en rigor, los buenos gobiernos de Paniagua y Sagasti nacidos del congreso para convocar nuevas elecciones fueron periodos de transferencia democrática entre gobiernos más que transición de un sistema a otro. Al gobierno de Dina nacido por sucesión constitucional más que mandato congresal, deberíamos exigirle esa precisión, para evitar sorpresas y agudizar la gigantesca crisis nuestra, que se ciña a conducir una buena transferencia de su recortada gestión al nuevo gobierno y que este sea efectivamente, durante los próximos 5 años de gestión el verdadero gobierno de transición que necesitamos para enfrentar los temas de fondo que nuestro Perú requiere con urgencia en este momento de emergencia nacional.
Repleto de fe e ingenuidad, redoblo mi expectativa, esperando definición y claridad en la política general del gobierno para los meses que le quedan; recorte del mandato presidencial, nuevas reglas y adelanto de elecciones al 2023; defensa democrática de los organismos electorales y los organismos constitucionales y; definición clara y rotunda que no hay gabinetes en la sombra ni operadores tras bambalinas o que se mueven en la oscuridad bajo el manto de la consanguineidad o afinidad. Ruego y deseo un gobierno de transición si así quiere llamarse y no un gobierno títere como el que hasta ahora se ve sin conocer al o los titiriteros. Dina con el apoyo de su Premier Otárola, podría conducir, ella misma su propia transición y transferencia gubernamental, ojalá logren encausar la crisis y no agudizarla, necesitamos salir bien y rápido de la misma. Nuestro país exige amor y respeto para ser un Perú mejor.
Rudecindo Vega Correazo – Sociólogo – Otra Mirada