El león Torres y las hienas parlamentarias
El Código de Etica Parlamentaria vigente señala en resumen lo siguiente: “El congresista realiza su labor conforme a los principios de independencia, transparencia, honradez, veracidad, respeto, tolerancia, responsabilidad, democracia, bien común, integridad, objetividad y justicia en cada uno de sus actos”. En la última interpelación al gabinete Torres, ¿Algunos legisladores han actuado con veracidad, tolerancia, respeto, integridad y objetividad frente a los ministros o los han maltratado innecesariamente?
El primer ministro Aníbal Torres, en su presentación ante la interpelación del legislativo el jueves 12 de mayo, fue agredido verbalmente, insultado y vejado en su investidura y honor personal por algunos congresistas intolerantes. Torres en ultima parte de su exposición, tuvo que verde obligado a emplazar a algunos padrastros de la patria a un debate público en el lugar que ellos elijan. A Patricia Chirinos y el primer ministro para que se sometan a un examen psiquiátrico para definir quién es cuerdo y coherente en sus ideas y expresiones. Al congresista Carlos Anderson, para que ambos se sometan a un test de inteligencia en vista que dicho legislador se cree el “nom plus ultra” y un genio de gestión pública que todo lo sabe y domina, cuando sabemos que fue un consultor de banqueros nacionales e internacionales y que no cautela los intereses de los peruanos de a pie, sino a quienes ha servido como consultor en las últimas décadas y le da pavor que un gobierno izquierdista haya asumido el gobierno por voluntad del soberano.
Al congresista Roberto Chiabra, para que con Torres se sometan ambos a un debate público para conocer quien tiene coherencia en su línea de argumentación, ya que el cachaco militar solo grita cuando interviene en el hemiciclo y pretende dar catedra de gestión pública a los ministros que son interpelados y como ex militar en el gobierno corrupto de Fujimori, nunca dijo nada sobre ese gobierno nefasto que nos avergonzó ante el mundo cuando renunció desde Japón.
En toda democracia moderna, es necesaria e indispensable la oposición política para señalar los errores y proponer soluciones al poder ejecutivo. Los Estados requieren de la oposición leal, constructiva y responsable, pero no de una oposición obstruccionista, encarnizada y cruel que solo busca deslegitimizar a un gobierno elegido democráticamente por las mayorías nacionales. Lo grave es que a algunos ministros como Torres y Bethsabe Chavez, se les insultó, agravió y denigró públicamente en su honorabilidad y dignidad personal, lo que no puede ser tolerado por los ciudadanos.
Los otorongos creen que por formar parte del primer poder del Estado que es el Congreso de la Republica, tienen un cheque en blanco para agraviar y ofender a quienes no tienen su línea de pensamiento política y abusan de la inmunidad parlamentaria. Esos insultos proferidos públicamente en pleno debate parlamentario, contravienen la Constitución que en su artículo 01, afirma que, “la dignidad de la persona humana es el fin supremo de la Sociedad y el Estado”, por lo que los legisladores al pertenecer al poder legislativo, incumplen el juramento que hicieron al tomar posesión de sus cargos en julio del 2021. Pésima lección que nos dejan a los ciudadanos. Si traposean públicamente a un ministro de Estado, ya nos imaginamos como tratarán a un ciudadano común y corriente que no tiene poder.
Esos excesos verbales tolerados por la mesa directiva del Congreso, los autodestruye institucionalmente ante la opinión pública y los desacredita como interlocutores de la ciudadanía, porque no es gritando, ni insultando ni agraviando a los ministros como se resuelven los problemas del Estado. No se dan cuenta que el 82% de ciudadanos según las últimas encuestas los desaprueban y en vez de moderar sus discursos y propuestas para que el gobierno acoja sus peticiones y enmienden la gestión pública nacional, los hacen ver ante la opinión pública como obstructores e intolerantes y no como demócratas.
Especialmente los legisladores de la derecha y extrema derecha, así como de la extrema izquierda, que se creen dueños de la verdad y actúan como talibanes cuyas ideas se deben imponer al gobierno que fue elegido por el soberano. No perciben aún que al ejecutivo y legislativo los hemos elegidos democráticamente para que gobiernen en aras del bien común y no para que se enfrenten ni agravien continuamente. Ellos tienen la obligación de apoyo y cooperación mutua pensando en el bienestar de los ciudadanos y no lo están haciendo. Nuestro Estado tiene alguna semejanza con nuestra familia. Si el padre y la madre están en permanente conflicto y enfrentamiento abierto, los hijos mayores y menores se sentirán inseguros, desconfiados y desprotegidos y no sabrán a quien obedecer ni respetar. Si uno de ellos no cede pensando en el futuro de la familia, con seguridad ese hogar será un infierno y los hijos no querrán volver a casa y los padres no merecerán ningún respeto ni consideración de sus hijos. Eso aún no lo entienden ni asimilan los extremistas en el Congreso ni en el partido del gobierno.
Nuestra democracia requiere de conservadores y progresistas, porque en un Estado democrático y en el Congreso, están todas las sangres ideológicas, dogmáticas y políticas que representan a nuestra sociedad peruana. Por eso se dice que el Congreso es el primer poder del Estado, ya que el parlamento representa al 100% de peruanos a lo largo y ancho del país. Exigimos, por tanto, que nuestros representantes actúen con responsabilidad y madurez, que sin perder el ejercicio de control político inherente al cargo que ostentan, no abusen de ese derecho constitucional, ya que todos los meses están con interpelaciones, citaciones a ministros, censuras y vacancias. Están poniendo al país ad portas de una bomba social de imprevisibles consecuencias, tan solo por su intolerancia política e ideológica de la extrema derecha y la extrema izquierda.
Desde 1980 hasta el año 2022, en 42 años de democracia representativa, es la primera vez que he observado como periodista y ciudadano, un maltrato innecesario e injusto a un primer ministro y a la ministra de trabajo. Ningún Congreso anterior se atrevió a tanto vejamen con la complicidad de la mesa directiva del Congreso que conduce las sesiones del legislativo que cree los ministros son su vasallos y esclavos que tienen que oír infundios personales y no sobre observaciones a la gestión pública. Aníbal Torres es un jurista destacado, un docente investigador universitario de renombre con vasta producción intelectual en el Derecho Civil y ahora metido en política partidaria. Ha cometido errores como cualquier ser humano, pero ha tenido la hidalguía de pedir disculpas públicamente como caballero que es.
Torres no tiene punto de comparación con la mayoría de legisladores actuales que eran desconocidos y no tenían trayectoria notable para estar en el poder legislativo. No es un don nadie y en su interpelación, se ha hecho respetar ante algunos talibanes de la extrema derecha que creen que el recinto parlamentario es su chacra donde ellos pueden vejar y maltratar, abusando de su inmunidad. Si continúan con esa actitud de intolerancia y agresividad, con seguridad no serán respetados en sus actuaciones en ceremonias publicas cuando asistan los ciudadanos y corren el riesgo que sean abucheados como ha sucedido en otros países vecinos. Resumiendo, las hienas parlamentarias no han podido dominar al león Torres que se ha defendido como primer ministro y ha emplazado abiertamente a debates y exámenes a quienes se creen dueños de la verdad absoluta en el Congreso. ¿Aceptarán los aludidos el debate y los exámenes que les planteó públicamente Aníbal Torres?
Hugo Amanque Chaiña – Periodista y Abogado