La emergencia planetaria en el día mundial de la tierra
Antes de la pandemia de COVID-19, el año 2020 estaba perfilándose como el momento de la verdad en nuestro compromiso de conducir a la Tierra y a su población hacia la sostenibilidad. Se estaba cobrando impulso y se habían fijado reuniones mundiales para debatir medidas audaces a fin de afrontar las tres crisis planetarias a las que se enfrenta la humanidad, a saber: a) la crisis climática, b) la crisis de la naturaleza y, c) la crisis de la contaminación.
Estas crisis, impulsadas por decenios de consumo y producción incesantes e insostenibles, amplifican las profundas desigualdades existentes y amenazan nuestro futuro colectivo. En el informe 2021 del Programa Mundial para el Medio Ambiente denominado “Hacer las paces con la naturaleza”, se exponen los argumentos científicos más convincentes hasta la fecha sobre por qué y cómo debe aplicarse con urgencia esa determinación colectiva para proteger y restaurar nuestro planeta. Empleando como base una síntesis única y exhaustiva de las evaluaciones ambientales mundiales, detalla las consecuencias contraproducentes y peligrosas de nuestro consumo excesivo de recursos y la sobreproducción de desechos. La evidencia científica claramente afirma que estamos ejerciendo presiones extremas sobre el planeta.
Según el Informe sobre la Brecha de Emisiones de 2020 del PNUMA, si bien la pandemia dio lugar a una disminución temporal de las emisiones, vamos rumbo a un aumento de la temperatura de al menos 3 °C en este siglo. Nuestros colegas de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) han dado la voz de alarma sobre el rápido declive de la naturaleza y lo que significa para la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La pérdida de la biodiversidad y la integridad de los ecosistemas socavará nuestros esfuerzos en el 80% de los ODS evaluados, lo que hará más difícil si cabe informar acerca de los avances registrados en materia de reducción de la pobreza y el hambre, y sobre la salud, el agua, las ciudades y el clima. Basta con observar la pandemia mundial causada por la COVID-19, una zoonosis —es decir, una enfermedad transmitida de los animales a los seres humanos—, para saber que el preciso engranaje que es el mundo natural se ha visto perturbado. Y, por último, la “estela tóxica” del crecimiento económico: la contaminación y los residuos, que provocan cada año la muerte prematura de millones de personas en todo el mundo.
Si bien los presupuestos de los gobiernos y la acción política se han centrado, y con razón, en la respuesta a la emergencia médica de la COVID-19, las medidas tomadas para afrontar esta pandemia deben, en última instancia, acelerar las transformaciones económicas y sociales necesarias para abordar la emergencia planetaria. Como señaló el Secretario General de las Naciones Unidas en su discurso sobre el Estado del Planeta, “la recuperación de la COVID y la reparación de nuestro planeta deben ser las dos caras de la misma moneda”. En el informe se resume lo que implica la “reparación” de nuestro planeta, las acciones transformadoras que pueden servir para activar la inventiva y la cooperación humanas a fin de asegurar los medios de subsistencia y el bienestar de todos. La reparación comprende soluciones que reconozcan el carácter interconectado de nuestros problemas ambientales, sociales y de desarrollo.
La reparación significa cambiar nuestros valores y visiones del mundo, así como nuestros sistemas financieros y económicos. La reparación supone adoptar un enfoque que englobe a toda la sociedad. Y la reparación significa ser justos y equitativos. Con la ciencia como guía, la Estrategia de Mediano Plazo del PNUMA (2022-2025) procura conseguir que el vínculo entre la ciencia, la política y la toma de decisiones siga siendo más fuerte que nunca, sostenido por una sólida gobernanza ambiental y respaldado por políticas macroeconómicas que puedan constituir la base de una respuesta catalizadora ante los desafíos del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
De este modo, apoyamos a los Estados Miembros, trabajamos con los asociados, los científicos, la sociedad civil y las empresas para hacer frente a las tres crisis a fin de estabilizar el clima, vivir en armonía con la naturaleza y lograr un planeta sin contaminación. El año 2021 nos comprometimos a que la pandemia sea recordada no solo como una tragedia humana, sino como el momento en que las personas reconsideraron sus prioridades como individuos y sociedades y tomaron conciencia de que salvaguardar la salud y el bienestar de las generaciones actuales y futuras significa salvaguardar la salud de nuestro planeta tierra.
Inger Andersen – Directora Ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente de la ONU