La UNSA ha sido y es el corazón autentico de Arequipa
Por ser de interés público y por la importancia del tema al abordar varios temas de actualidad regional, nacional e internacional, reproducimos el discurso de orden de agradecimiento de la Dra. Teresa Arrieta, ex decana de la Facultad de Filosofía, a quien el rector de la Universidad Nacional de San Agustín, Dr. Rohel Sánchez, en forma reciente, la distinguió como Profesora Emérita del claustro agustino en una ceremonia protocolar virtual. La distinción fue por su notable contribución al desarrollo de la investigación, ciencia, producción intelectual, así como al aporte institucional desde 1976 como docente y autoridad universitaria, ya que es una de las mejores mujeres intelectuales de Arequipa que publicó varios libros y recibió múltiples distinciones en las ultimas décadas.
La UNSA ha sido y es el corazón autentico de Arequipa
Señor Doctor Rohel Sánchez Sánchez, Rector de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, Sra. Doctora Ana María Gutiérrez Valdivia, Vicerrectora Académica, Sr. Doctor Horacio Barreda Tamayo, Vicerrector de Investigación, Sr. Doctor Hugo Cueto Vásquez, Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Señores Miembros del Consejo Universitario de la UNSA, apreciados colegas, queridos alumnos y amigos:
Es un verdadero privilegio y un gran honor para mí poder dirigirme a Uds. en esta oportunidad en que la Universidad Nacional de San Agustín me confiere la distinción de Profesora Emérita. Si bien el agradecimiento, la felicidad y el compromiso que siento difícilmente pueden ser plasmados en palabras, permítanme expresar mi profunda gratitud a mi Alma Mater, representada por Uds.
En realidad, podría decir que, desde los 16 años en que ingresé a la UNSA, toda mi vida ha estado ligada a ella, allí adquirí el conocimiento filosófico, que me permitió ejercer esta carrera y conocí a quien sería mi esposo, allí ejercí la docencia por 43 años y se educó nuestro hijo en la carrera de Medicina. Igualmente, al lado de estas alegrías, trabajando en la UNSA tuve la más grande pérdida que he tenido en mi vida y en esas horas aciagas, experimenté también la solidaridad, la auténtica compasión y el afecto de compañeros docentes y administrativos, así como de alumnos, todo lo cual permitió que siguiera con mi carrera universitaria.
Expreso mi profundo agradecimiento al Consejo Universitario y sus Altas Autoridades que, generosamente, me han concedido este honor y a quienes debemos el alto sitial en el que, gracias a su sabia conducción, se encuentra nuestra Universidad. Asimismo, debo manifestar mi gratitud al Consejo de la Facultad de Filosofía y Humanidades impecablemente conducido por el notable compositor y Maestro, Dr. Hugo Cueto Vásquez, que tuvo a bien solicitar para mi persona la distinción de Profesora Emérita. De igual forma, debo expresar mi gratitud a mis profesores, quienes me condujeron por los maravillosos caminos de la filosofía y fueron maestros paradigmáticos que alentaron mi amor por sus disciplinas y no cortaron mis alas cuando quise emprender mis propios vuelos; también estoy reconocida con mis colegas, por su amistad, compromiso y amor a la Filosofía, que han hecho posible situar a nuestra Escuela en un lugar señero dentro del ambiente filosófico nacional y no puedo dejar de mencionar al personal administrativo por el trato gentil y la eficiencia que a lo largo de mi carrera me han brindado.
También va mi agradecimiento a los alumnos tanto de pre-grado como de pos-grado que a lo largo de estos años han sido la razón de ser de mi docencia y cuyas mentes originales e inquietas, así como sus corazones generosos y apasionados han constituido una fuente inagotable del asombro que requiere la filosofía y de inspiración para proyectos académicos y humanos. Finalmente, no puedo dejar de mencionar a mis padres que, además de mostrarme con su ejemplo el camino recto, jamás cuestionaron que me dedicara a la Filosofía, a mi hijo y mi nieto que son una fuente constante de orgullo y alegrías, y a mis hermanos, familiares y amigos que con tolerancia y cariño han soportado mis impromptus filosóficos durante todos estos años.
Una Universidad es una institución sui generis que necesitó de diecisiete siglos de pensamiento no mítico para que se creara. No fueron los griegos, con todo lo que han dado a la humanidad, los que la inventaron; ellos tenían Escuelas en las que se cultivaba exhaustivamente una doctrina, pero si uno discrepaba de ella debía abandonarla; por eso el más sobresaliente discípulo de Platón abandonó la Academia y fundó el Liceo. Tuvo que esperarse hasta el Siglo XIII para que naciera la Universidad de París, sin duda uno de los poderes espirituales más grandes de la Edad Media. Surge como una gran agrupación de maestros y alumnos de las escuelas bajo la autoridad de un canciller y tuvo una vida escolar muy fecunda.
Poco a poco se fue organizando hasta enmarcarse en cuatro facultades: de Teología, de Artes (Filosofía), de Derecho y de Medicina. El mayor número correspondía a los estudiantes y maestros de Artes, su jefe era el Rector, que acabó por suplantar al canciller en la dirección de la Universidad. Ahora bien, lo que tipifica a la Universidad es, como su nombre lo implica, la universalidad, el brindar un espacio para la enseñanza de puntos de vista conflictivos por personas convencidas de su verdad. Justamente, el método de la disputa y la concordancia fue creado en las universidades y ha sido de primera importancia en la subsecuente historia intelectual y cultural de Europa y América.
Un hermoso ejemplo de este tipo de institución es nuestra Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, heredera de la Academia Lauretana e instalada el 11 de noviembre de 1828, con las más brillantes personalidades del clero y la civilidad, quienes comulgaban con el espíritu libertario de la Patria, espíritu que consiguió erguirse frente a sus opresores y cristalizó el sentimiento de nación y, con él, la exigencia de libertad que en nuestra tierra volcánica es sumamente fuerte y que ha llevado a considerar a Arequipa como el León del Sur, una región que a lo largo de estos 200 años ha sido escenario de revoluciones que han puesto en jaque a gobiernos dictatoriales.
La UNSA ha sido y es el corazón auténtico de Arequipa porque tiene como ideales a los valores de verdad, libertad, justicia y bien, así como a la belleza que les es propia. En sus claustros se han formado y se siguen formando profesionales notables en los campos de las Ciencias Naturales y Sociales, de las Ingenierías y las Humanidades, campos todos potenciados por una visión moderna e integral y un capital que por mucho tiempo estuvo inerte y que ahora se ha desplegado en un sorprendente avance que ha permitido la licenciatura por 10 años, la acreditación de numerosas escuelas y la perspectiva de que muy pronto todas ellas estarán acreditadas, así como un despegue maravilloso de las investigaciones que nos ha permitido alcanzar estándares antes jamás logrados.
Ahora, en este Bicentenario que nos encuentra con un país enfrentado a una bipolaridad que pareciera hacer imposible el entendernos unos a otros, cabe rescatar las palabras de nuestro Patrono San Agustín: “Busqué a Dios fuera de mí, y no lo hallé, sólo lo encontré cuando lo busqué dentro de mí”. Y, efectivamente, es dentro de nosotros que debemos buscar y desarrollar esa chispa mágica que algunos llamarán divina, otros simplemente, razón humana y otros más, ágape o amor desinteresado. Todo ello por encima del simple egoísmo de nuestros genes a los que lo único que les interesa – a decir de Richard Dawkins- es la sobrevivencia, no importando qué. Lo cierto es que he tenido la suerte de encontrar en mi paso por San Agustín personalidades muy variadas y fascinantes, todas ellas definidas, como también lo dijo San Agustín, por aquello en lo que depositan su amor y ese amor en la UNSA, es el amor al conocimiento. Muchos de ellos nos dejaron hace ya mucho tiempo y otros lo han hecho muy recientemente, de manera que la herida por su lamentable pérdida está abierta; a ellos no los olvidaremos y también va mi reconocimiento dondequiera que estén.
Ciertamente, la postmodernidad nos ha dejado huérfanos de los cuatro grandes relatos, que de alguna manera daban sentido a la vida: el cristiano, el marxista, el capitalista y el iluminista, porque no han cumplido sus promesas de garantizar la paz interna, la igualdad, la riqueza ni el bienestar, en este mundo globalizado que un 11 de setiembre enfrentó el choque de las civilizaciones occidental e islámica, pronosticado por Samuel Huntington.
La Aldea Global ha devenido en una sociedad líquida, como la llama el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman; en ella se ha disuelto el sentido de pertenencia social del ser humano para dar paso a una marcada individualidad y en esta sociedad líquida, considero que se hacen necesarios más que nunca, los principios sólidos: No Maleficencia, esto es, evitar causar daño; Beneficencia, hacer todo el bien posible, Autonomía, que es el respeto a la libertad del otro, Justicia, dar a cada cual lo que le corresponde y Solidaridad que consiste en vernos todos hermanados por la naturaleza y la vulnerabilidad que compartimos. Estos son los principios que debemos respetar y no solo en el trato entre humanos, sino también entre los humanos y la naturaleza de la que somos parte y no sus propietarios.
Así, en nuestro primer Bicentenario de Independencia, el Perú, que como todas las naciones ha tenido sus luces y sus sombras, debemos sentirnos orgullosos de nuestros logros, reflexivos sobre nuestros errores y decididos a reconocer la riqueza de nuestra multiculturalidad, de nuestro mestizaje, de nuestra resiliencia y capacidad inventiva que encuentra recursos impensables en situaciones extremas, pero que requiere una disciplina que muchas veces falta y el rescate de instituciones que garanticen la democracia y la paz social. Precisamos de una mirada totalizadora, que no demonice al antagonista sino que busque sus puntos positivos para llegar al Justo Medio Aristotélico, sólo así alcanzaremos el verdadero diálogo que tiene como condición primordial la “buena fe”, la genuina atención al punto de vista ajeno, el respeto que implica horizontalidad y no verticalidad, característica que por lo general no se da, ya que –desafortunadamente- en nuestro país inmensamente variado, lo diferente se ve como inferior y no como un abanico de posibilidades positivas.
Todos estamos de acuerdo en que sólo podremos avanzar si se priorizan la Salud y la Educación –largamente defenestradas–, en ambientes libres de corrupción y violencia. Y, sin duda, la UNSA va teniendo un papel protagónico para el logro de todo ello, porque busca que sus estudiantes adquieran tanto la educación científico-tecnológica, como la educación ético- humanista y el resultado va siendo y, estoy segura, será una contribución significativa para el logro de un Perú solidario, para todos los peruanos, en el que no pensemos ni en lo mío ni en lo tuyo, sino en lo nuestro. Muchas gracias.
Teresa Arrieta Viuda de Guzmán – Doctora en Filosofía de la UNSA