La importancia histórica de la revolución francesa del 14 de julio de 1789

Hugo Amanque Chaiñajulio 14, 202113min0
Hugo Amanque Chaiñajulio 14, 202113min0

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La importancia histórica de la revolución francesa del 14 de julio de 1789

revolucion francesa

La Revolución Francesa fue un proceso social y político que se desarrolló en Francia entre 1789 y 1799 cuyas principales consecuencias fueron la abolición de la monarquía absoluta y la proclamación de la República, eliminando las bases económicas y sociales del Antiguo Régimen, que sucumbió a su propia rigidez en un mundo cambiante, donde el surgimiento de una clase burguesa que recobraba cada vez más relevancia económica, y el descontento de las masas, junto a la expansión de las nuevas ideas liberales lograron la transformación de Francia que serviría más delante de modelo a otras sociedades para abolir el absolutismo.

En términos generales se puede decir que los factores que se convirtieron en las causas de la revolución fueron de índole política, económica y social. Dicho proceso inicia en 1789 con la convocatoria de los Estados Generales y llega hasta el Directorio cuando Napoleón Bonaparte se asienta en el poder a raíz de un golpe de estado. El impacto histórico de dicho acontecimiento se mide a partir de sus consecuencias que representan el significado de la revolución a nivel mundial. En tal sentido sus consecuencias se diversificaron en toda Europa y llegan a América. Las mismas van desde la abolición del feudalismo, la separación de la iglesia del Estado, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano siendo este último el aporte más significativo para la humanidad, ya que a partir de ello se reconocen los Derechos del Hombre a un nivel más universal, así como también se le está fijando como el ente fundamental que participa en la política de su país.

Además de ser el origen de lo que hoy se conoce como el Estado de Derecho donde la democracia incipiente de ese momento se vuelve el modelo de otras naciones. De esa cuenta tiene gran influencia en el mundo y Guatemala está dentro de ese contexto, la filosofía humanista que es la base de la ideología de la revolución, es hoy la clave de modelos educativo; donde el centro de la educación él es hombre y la mujer. Así también los principios de igualdad, fraternidad y libertad que están reconocidos en la constitución de la república permiten en la actualidad al hombre que se le reconozca como un ser con autonomía que toma sus propias decisiones, donde el estado no tiene injerencia, pero si debe de velar porque se respeten.

Para terminar, se hace un balance crítico de la Revolución Francesa, la cual ha sido estudiada por multitud de autores desde el mismo momento en el cual se produjo. La discusión sobre su inicio, duración, etapas y hechos, ha sido el centro de la polémica desde su inicio. 62 En ese sentido la Revolución Francesa ha sido siempre un asunto complicado de interpretar. Fue considerada como modelo de revolución política, en el que la burguesía desplazaba a la aristocracia en el poder. Sin embargo, no fue una mera transferencia de poder, sino un cambio en el concepto del ejercicio poder y de administración del país.

Así en este apartado se trata de establecer una peste acercamiento criticó es fundamentado en las diversas formas en que se ha concebido por estudiosos de dicho hecho. La Revolución Francesa, como hecho histórico es comprendida como un proceso de correlación de fuerzas sociales que, aprisionadas por el peso de una sociedad tradicional definida por el absolutismo monárquico, el sistema feudal, y una diversificación de grupos sociales segmentados a través de estamentos generaron ante una crisis profunda, una reacción encadenada de cambios irreversibles no sólo para la historia de Francia, sino que como se expande la expresión transformadora general desde el siglo XIX en adelante Europa y por ende para América.

Se ha dicho que es la revolución por excelencia, ya que con ella emergen todos los mecanismos políticos, grupos sociales, e imaginarios colectivos de las revoluciones del mundo entero. Pero, como todo hecho histórico, la revolución francesa no es sólo aquello que fue, sino que es como una construcción cultural deliberadamente intencionada, imposible de mirar en su forma pura y alienada de conceptos que, cargados de ideología, han permitido deducir de ella no sólo el proceso de transformaciones como la culminación de la correlación de fuerzas que le da vida, sino como la bisagra histórica para muchos otros procesos. La Revolución Francesa es, en tanto un hecho histórico que tiene muchas formas de concebirse y que de alguna manera se proyecta en el desarrollo histórico de los hombres.

Ante todo, cabe mencionar que la Historia de la Revolución Francesa comenzó a escribirse casi paralelamente al desarrollo de ella misma, desde una perspectiva que rayaba más en noticias que en lo que hoy se conoce como la Historia. En ese sentido las masas sociales, para este desencanto generalizado de las clases cultas de la sociedad francesa, aparecen barbarizados en extremo, tal y como lo establece Edmund Burke en Inglaterra, condenaba el uso de la violencia dándole como calificativo el hito más violento en la historia.

Así también la visión conservadora y valórica, promovida desde luego por la Iglesia Católica, pone énfasis en una explicación sustentada en la trasgresión de los valores que inspiraba la constitución íntegra de hombres rectos (nobleza), demonizando a hombres ambiciosos, sin escrúpulos, y con ansias de poder, que en este caso serían los burgueses. 64 Por otro lado se tiene que las ideas propagadas por Montesquieu, Voltaire y Rousseau constituyen la columna vertebral del proceso revolucionario. Los liberales soportan el peso de esta historia en la mitificación de aquellas instancias civiles en dónde se hicieron vivas las solidaridades nacionales en contra del poder absolutista e irracional. La materia esencial de las ideas revolucionarias está en la Ilustración y, por ello toma distancia de aquellas expresiones de terror que vendrían luego con la república jacobina.

Los burgueses liberales consideraban el terror, en estos casos, como un mal necesario, pero un arma de doble filo. En opinión de Hegel, la revolución francesa es la razón en sí misma, el principio que debe gobernar toda realidad, y la superación dialéctica del sujeto y su conciencia, a través de los principios fundamentales (Declaración de los derechos del ciudadano). La experiencia del terror, según la visión hegeliana, manifiesta la dificultad de conjugar racionalmente la libertad del hombre y la organización política y social en un equilibrio extremo; es decir, cuando ninguno de los dos polos es reducido y disuelto en el otro se da el final de la libertad objetiva y la vida del Espíritu.

El escritor que da su opinión bajo esta línea es Jules Michelet. Para Marx, la revolución francesa es una revolución burguesa, que echó mano de la fuerza social del campesinado y proletariado francés, pero que no promovió grandes cambios sino la superación de una sociedad sustentada en el andamiaje estamental, hacia una sociedad marcada por la aparición de las clases sociales, y un nuevo escenario para la lucha de clases, que se sustenta en al menos tres ejes fundamentales: la abolición del feudalismo, el ascenso de la burguesía al poder, y en la fusión de la soberanía nacional en los nacionales. Considera que se trató de una sola revolución liberal, pero sustentada por fuerza con el apoyo del movimiento de campesinos, una masa informe, anónima, pero irresistible, que cargaba con todo el recelo hacia la tradición feudal, que los mantenía pobres y hambrientos.

Para terminar este balance crítico de la revolución francesa se puede decir que el desarrollo histórico hacia el triunfo de la revolución francesa, sería la concreción de los ideales burgueses con la fuerza de las capas populares sustentado en un pacto temporal que tendría por finalidad la destrucción del orden del antiguo régimen, y la superposición de un orden nuevo. La Revolución se inició con medidas radicales, pero en sí mismas esperanzadoras. Se exigió una nueva constitución política para Francia. Se rompieron las diferencias entre nobles, burgueses y plebeyos.

El pueblo llano fue la nación y se definió como el soberano. Muchos bienes de la Iglesia fueron puestos al servicio de ese pueblo llano. Los bienes de la nobleza tenían que legitimarse por su productividad, por el beneficio que producían y así podían venderse y comprarse. Se afirmó el derecho del hombre a la igualdad, a la educación, a la propiedad, a la cultura. Nadie podía dudar que se tratara de una causa noble. Como dijo Kant, los hombres no quisieron ser solo felices, sino ser libres y dignamente felices. 66 El caos social y político determinó el dogmatismo de los actores, inclinados a tomar decisiones drásticas y radicales sin mayor detenimiento.

La Ilustración no había querido esta situación; ya que profesa una filosofía humanista, donde el centro de todo es el hombre. Sin embargo, tampoco pudo impedirla. Con la Revolución emergió lo imprevisible, lo impredecible de la historia, lo que ninguna teoría podía anticipar ni dominar en su concreción.

Sin embargo, ese hecho cambió la realidad social e histórica de Europa. Por primera vez, las masas sociales tuvieron acceso a la acción política y la determinaron. Se alteró tanto la vida europea y mundial. La Revolución creó poderes nuevos. El siglo XIX produjo los primeros intentos de esa transformación de la Ilustración bajo el nuevo contexto de la sociedad de masas y del Estado moderno.

Maribel Alejandrina Valenzuela Guzmán – Maestra en Docencia Universitaria – Universidad San Carlos de Guatemala

Hugo Amanque Chaiña


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