Reflexiones rumbo al bicentenario de la independencia nacional del Perú
Luego de la lectura de El bicentenario de la Independencia de los países latinoamericanos de Guzmán Carriquiry una serie de reflexiones surgen a la luz del próximo bicentenario de nuestra Independencia Nacional a conmemorarse en el año 2021, cuando aquel 28 de julio el General José de San Martín hizo aquella proclama desde Lima: “El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende ¡Viva la Patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!”
Si bien es cierto esta fue más una declaración política de la voluntad de independencia ya que el escenario bélico seguiría hasta la gesta de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, y no solamente ello ya que recién en 1826 el último jefe realista, el General José Rodil que se había negado a reconocer la Capitulación de Ayacucho y la rendición española, capitulaba en la Fortaleza del Real Felipe luego del sitio que hicieran las tropas comandadas por el General venezolano Bartolomé Salom.
Una primera reflexión es señalar que este fue un proceso largo, que tuvo un tiempo de maduración como bien señala Guzmán Carriquiry. Nuestros Estados latinoamericanos han celebrado sus bicentenarios, pero hay que tener en cuenta que dichas fechas son más las conmemoraciones del gesto de caminar hacia sus independencias pues luego de éstas los vaivenes llevaron a una reconquista española de estos territorios, y la continuación de la guerra hasta el verdadero triunfo patriota. En esta guerra no se enfrentaron indígenas versus españoles cual dos castas homogéneas y divididas, por el contrario, en ambos ejércitos había españoles, criollos, indios, negros y un gran número de castas fruto de nuestro mestizaje (tal cual organizaba la sociedad el gobierno español y el clero registrándolos de este modo en los libros parroquiales), se trata de una guerra entre hermanos.
El inicio de estas gestas no tuvo la manifestación pública de romper con el monarca español sino más bien reemplazar a las autoridades peninsulares por un gobierno americano que actúe en nombre del Rey de España cautivo tras la invasión napoleónica. Un monarca que, en ningún momento, durante este proceso de desorden en la península, dio alguna clara muestra de preocupación por los territorios ultramarinos de su corona. Fue en las Cortes de Cádiz, donde los americanos también tuvieron representación, que se buscó homogeneizar el trato entre el reino peninsular y los reinos de ultramar, algo que fue revertido tras la vuelta al trono de Fernando VII, más conocido como “El rey Felón”, quien conspiró contra sus propios padres para hacerse del gobierno, y rompió sus promesas haciendo que España retorne al absolutismo generando nuevo malestar en nuestros territorios, el desenlace no sería otro que la independencia.
Nuestros países latinoamericanos vivieron un temprano tiempo de Juntas de Gobierno, administrando los territorios en nombre de la corona cautiva por Napoleón. En el caso del Perú se logró instalar una Junta en León de los Caballeros de Huánuco en el año 1812 por muy corto tiempo, y otra en 1814 en el Cusco en la que lideraron el proceso los hermanos Angulo y el Cacique Mateo Pumacahua (quien tiempo atrás había participado en las tropas realistas contra la rebelión de Túpac Amaru II), ambos procesos son poco conocidos y poco estudiados en las escuelas, esto también nos lleva a pensar sobre la construcción de la idea de independencia nacional, a la cual solamente se suele asociar con la proclama de aquel 28 de julio de 1821 en la centralidad del poder de Lima ¿y qué pasaba antes en otras ciudades?
Siendo países centralistas, hasta el día de hoy, es necesario hacer esta puntualización. En el caso peruano, además de los sucesos de 1812 y 1814, las ciudades y villas del norte del país proclamaron la independencia desde 1820 y contribuyeron con hombres, provisiones y dineros a la causa patriota ya conducida en ese momento por el General San Martín, algo que él siempre reconoció. Antes de ello no podemos obviar la Gran Rebelión que incendió todo el sur andino, capitaneada por José Gabriel Condorcanqui, el Inca Tupac Amaru II, que usó el misticismo de su sangre a una causa que también contó con la adhesión de diversos grupos sociales entre los años 1780 y 1783.
Una segunda reflexión que hemos de hacer a la luz de nuestros bicentenarios, y que está también presente en el texto, es que esta independencia fue un proceso continental. Es así como en la guerra de independencia dentro del entonces Virreinato del Perú tomaron parte tropas neogranadinas, rioplatenses, chilenas, con las corrientes libertadoras del norte y del sur, comandadas por Bolívar y San Martín. Muchos de estos americanos que pelearon en lo que luego fue la República del Perú, fueron premiados por el naciente Estado y ocuparon posiciones destacadas en la vida política. Será hacía la mitad del siglo XIX cuando la idea de “lo nacional” empieza a tallar, así, por ejemplo, como anécdota el viajero suizo Johann Jakob von Tschudi que estuvo presente durante el Congreso de Huancayo en 1839 reunido para dar una nueva Carta Constitucional recuerda en sus escritos como uno de los asambleístas colocó un cuchillo sobre la mesa que llevaba la inscripción “muerte a los extranjeros”.
Hoy por hoy, nuestros países aún se ven limitados para consolidar un proceso de integración, nuestra inicial Comunidad Andina de Naciones ha tenido oscilaciones y retiros; y las otras iniciativas se han concentrado más en el plano económico (como la Alianza del Pacífico) o han girado en torno a posicionamientos ideológicos como el socialismo del siglo XXI y la ALBA, pero ¿más allá de una pugna entre liberalismo y socialismo, es posible una unidad bajo la noción de una identidad latinoamericana? Teniendo en cuenta nuestro común idioma, similitudes culturales y de procesos históricos, ello debería facilitar el camino.
Finalmente, quiero reflexionar sobre el rol de nuestras poblaciones que han padecido exclusiones, la población indígena y afroperuana, que tuvieron rol también en la gesta independentista, pero ¿qué pasó luego de instalados los gobiernos republicanos? Muchos indígenas empezaron a ver perdidos sus fueros comunales, y ya antes durante el virreinato habían pasado por el proceso de “composición de tierras” a través del cual se formaron latifundios a costa de sus predios en muchos casos. La población afroperuana vio su manumisión recién en la mitad del siglo XIX, pero sin un claro camino de inclusión a la vida nacional. Sin la intención real de formación para estos amplios grupos poblacionales quedaron prácticamente a su propia supervivencia. Siendo también usados por el populismo y nuevas redes clientelares bajo patronazgos, nuestros caudillos también jugaron así con las masas ¿hoy no intentan lo mismo los dirigentes populistas, con sus discursos altisonantes, pero, sin opciones claras de desarrollo para los hermanos en situación de pobreza y pobreza extrema?
Ello también hace parte de nuestras herencias, pensando en la construcción de más ciudadanía y generación de oportunidades. Nuestra república conmemorará 200 años en julio 201, pero no ha de olvidar sus procesos previos a aquella fecha, y sobre todo sus problemas vigentes y herencias de reforma. No con más o menos Estado, sino con mejor Estado, un Estado que impulsa ciudadanía en democracia. Quiero cerrar este comentario con un extracto del gran historiador de la república, Jorge Basadre:
“Los organismos políticos fueron modificados: ya no el Virrey sino el Presidente, ya no las Audiencias sino la Corte Suprema, ya no las Intendencias sino los Prefectos, ya no los Cabildos sino las Municipalidades (salvo en las Constituciones de 1834 y 1839). No eran exactamente idénticos en sus atribuciones los funcionarios mencionados; pero eran análogos. Lo que sí quedó con ese carácter idéntico fue la superioridad jerárquica de Lima, la predominante importancia de la costa. Además, como no había tradición de buena administración, el desorden se hizo más fácil en la República, al perderse el control que la metrópoli y sus directos mandantes representaban. Quedaron también el expediente voluminoso, la tramitación larga, la morosidad burocrática. Quedaron, por último, acentuándose la empleomanía, la búsqueda de honores y sinecuras” (Basadre, Jorge. Perú: Problema y Posibilidad. Ensayo de una síntesis de la evolución histórica del Perú. Lima: Librería Francesa Científica, 1931, p. 21). Son parte de las tareas que aún tenemos pendientes, y que hemos de abordar con optimismo por quienes nos lo demandan ad portas del bicentenario del Perú.
Jorge Luis Vallejo Castello – Director de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia en el Perú