¿Cuáles son nuestros deberes de padres?
El papel del padre es tan importante como el de la madre en la formación de nuestros hijos, y éste debe representar la honestidad, integridad, respeto, fidelidad, lealtad y otros valores positivos que se inculca desde el hogar. Un padre en la sociedad moderna de hoy, es fundamental en el desarrollo emocional, psicológico y social de nuestros hijos y nuestro trabajo por más atareado que sea, no puede ser una excusa para apartarnos de ellos. Ser papá demanda dedicación, esfuerzo y entrega a nuestra familia y sociedad, pero también otras obligaciones impostergables. Entre ellos, derechos, pero fundamentalmente deberes y entre ellos los siguientes:
1.- El Deber de Proveer. Es decir, de abastecer, proporcionar, suministrar, facilitar y conferir todo lo necesario para el mantenimiento de nuestra familia y sus necesidades básicas. Es la principal obligación de quienes somos cabeza de un hogar. Tenemos el deber y exigencia de proveer materialmente los recursos básicos para que nuestra familia no tenga dificultades y contratiempos. Fuimos los padres quienes engendramos los hijos. Ellos no pidieron venir al mundo, por lo tanto, nuestra principal obligación es suministrarles lo necesario para la buena marcha de nuestro hogar.
2.- El Deber de Proteger. El deber de amparar, favorecer, defender, resguardar, salvaguardar y custodiar por igual a cada uno de los seres queridos de nuestro entorno familiar. Supone la obligación de proteger que nuestros hijos y familiares no sufran ningún daño o estén en peligro latente ante las adversidades que se pueden presentar en el hogar, vecindario, colegio, centro laboral o en la sociedad. Proteger significa defender y custodiar a nuestros semejantes hasta donde alcance nuestras posibilidades.
3.- El Deber de Prevenir. Es nuestro deber como jefes de hogar, de advertir, avisar, intuir, precaver, aconsejar, alertar y evitar, sobre probables o eventuales perjuicios que pudieran ocasionar a cada uno de nuestros familiares las personas que están en su entorno amical, laboral, social, etc., con su accionar malicioso, ilegal, e inmoral que pudiera afectar a nuestros vástagos. Prevenir oportunamente a nuestros hijos, es otra de nuestras obligaciones fundamentales como cabezas de hogar.
4.- El Deber de Pastorear. Eso conlleva el deber de cuidar, observar, guiar, consolar y corregir a nuestro rebaño familiar fundamentalmente en el plano espiritual, ante las probables asechanzas del mal que provengan de nuestro propio entorno familiar o del exterior. Como padres debemos guiar en todo sentido a nuestra familia, ya que nuestros hijos son vulnerables e indefensos y no tienen el discernimiento suficiente en situaciones difíciles y están propensos a caer en tentaciones y desviarse del camino correcto.
Es nuestro deber repetir a nuestros hijos de la importancia de Dios en nuestras vidas. Hablar con ellos y no esperar al domingo, festividades religiosas o un accidente para recordarles que, siendo cristianos, no debemos apartarnos del buen camino. No solo debemos decirles lo que deben de hacer, sino que nosotros los padres debemos pregonar con el ejemplo. La Biblia en Corintios 11.3 dice textualmente:” Cristo es la cabeza de todo varón y el varón es la cabeza de la mujer, aunque una mujer no es inferior a su cargo, pero Dios reconoce que sin una sujeción a la autoridad no hay orden”.
Este precepto, señala que en todo hogar debe haber orden y respeto al varón y jefe de familia. Pero, ese respeto lo ganaremos si como esposos tenemos un comportamiento ejemplar en el plano material y espiritual. Por lo tanto, como jefes de familia, no podemos exigir a nuestra esposa e hijos, lo que no hemos cultivado y practicado con el ejemplo. Es nuestro deber de ser necesario, disciplinar a nuestros hijos, pero con instrucción amorosa sin provocar en ellos su ira y rencor que algún día pueda generar contra nosotros odio y daño cuando seamos ancianos.
No debemos generar entre nuestros hijos, discriminación, preferencia ni antagonismo. Eso puede acarrear a futuro, resentimiento y furia que no podremos contener ni aplacar por el daño irreparable que generemos en ellos cuando eran niños. No olvidemos que los padres debemos instruirlos tanto en las palabras, pero fundamentalmente en los hechos para su bienestar material y espiritual. Los padres podemos equivocarnos, pero debemos reivindicarnos.
Como padres, siempre debemos guardar gratitud y amor eterno hacia quienes, desde infantes hasta adultos, nos dieron todo el apoyo que necesitamos en nuestra formación. Me refiero a nuestros abuelos y la relación con los nietos. A ellos, que hoy son ancianos o ancianas, debemos protegerlos, ampararlos y socorrerlos hasta el último día de su vida, tal como ellos lo hicieron con nosotros cuando fuimos niños. Finalmente, reproducimos este hermoso pensamiento de Henry Ward Beecher. “Cuando somos niños no valoramos el amor de nuestros padres, hasta que tenemos a nuestros propios hijos, recién allí apreciamos la importancia de ser padres».
Hugo Amanque Chaiña – Periodista y Abogado