Fiesta COVID. Tres causas de una fiesta de la muerte

La muerte de varios jóvenes en una discoteca clandestina en los Olivos semanas atrás ha puesto en vilo a un sistema social que se pregunta por qué algunos jóvenes pueden llegar a ese extremo y en un contexto tan duro. Pero la pregunta adicional es ¿Por qué los adultos que regentan estos negocios de la diversión pueden exponer a tantos jóvenes al contagio masivo y creen que no pasara nada? Hay muchas respuestas. Primero, que no se debe estar siempre en busca de un culpable, de un responsable, de un maldito.
La culpabilidad a la ultranza deja más heridas que soluciones. Claro que hay culpables, y deben de ser ejemplarmente castigados, incluso con medidas muy duras, pero eso no necesariamente previene esta larga cadena de desaciertos y de delitos tras delitos. Si servirá como castigo, como fortaleza de la sociedad, pero no soluciona el problema de fondo. Lo segundo, es el negocio del alcohol. Los más de 100 jóvenes que celebraban al ritmo del alcohol y del Covid, no querían que este resultado final se diera. No creo que hayan estado buscando un final sangriento. Los jóvenes grandecitos de esta fiesta no eran en su mayoría adolescentes o chiquillos atrapados en la diversión, eran de 30 años en promedio.
A esa edad, se asume que la persona está ubicada en el mercado laboral, ya habría terminado la universidad o el instituto, que incluso tiene pareja e hijos. Y en esa edad se espera mayor lucidez, mayor responsabilidad, mayor equilibrio. Pero el alcohol como el tonto argumento de enfrentarse a lo prohibido hace que cometan tremendas desfachateces como exponerse abiertamente al contagio y contagiar a más de 100 familias, más las familias de la policía, es un efecto mariposa tremendo. Es el alcohol que seguramente a nublado la capacidad de responder mejor a una intervención policial. Entre bebidas y la euforia de la fiesta COVID, creerán que los enemigos son los policías o el Estado que no les dejan divertirse. Y eso lo sabían los requisitoriados de esta fiesta. Estas fiestas son organizadas por mafias que seguramente compran voluntades de regidores o alcaldes cuando no de fiscalizadores.
Y tercero, la sociedad, la vecindad, el barrio. ¿Cómo se explica que los vecinos no hayan denunciado antes este y otros antros de contagios? ¿Cómo se explica que en otros lugares del país tengan reuniones masivas de las propias autoridades locales y que a veces no pase nada? Los esfuerzos de la OMS para que la juventud del mundo baje sus emociones y sus liberalidades parece que caen en saco roto. En parques o en discotecas a puerta cerrada se sigue teniendo conductas muy irresponsables de una juventud reprimida e irresponsable, o sea una generación que podemos llamar la “generación Covid”.
La generación COVID no es una generación de luchadores por ideales sociales o culturales propio de otras épocas, tampoco una generación de emprendedores o innovadores que se generan ingresos económicos para su familia o su futuro. La generación Covid ha perdido incluso respeto y consideración a sus padres. La generación Covid no tiene razones válidas para vivir conectados con la realidad, crean otro mundo de diversión y muerte. Se creen bellos e inmortales. Entonces, el reto está en devolver la cabal comprensión a los jóvenes de sus retos con la sociedad y con ellos mismos. Es una tarea larga pero urgente.
Gabriel Vela Quico – Doctor en Educación y Psicología y Docente Universitario.