Algo sobre lo que se viene
Las derivaciones económico-sociales de la pandemia Covid-19 en toda su intensidad y complicaciones es algo todavía en investigación desde el pensamiento crítico, sin embargo, algunos indicios apoyados por una base conceptual importante permiten establecer el advenimiento de un nuevo conflicto global capital-trabajo de imprevisibles consecuencias en el ordenamiento social del capitalismo. En nuestro país la situación no sería diferente, aunque mediada por el conjunto de características que nos son propias, dada nuestra condición dependiente y las formas propias como el capital ha penetrado y se ha anidado en la formación social peruana.
La crisis por la que atraviesa el “sistema mundo” capitalista en términos actuales es una crisis integral con dos factores sobresalientes: la economía y la salud. En la economía es una crisis indudablemente del modelo económico neoliberal, pero más allá de ello del sistema capitalista cuyas leyes económicas y contradicciones estructurales, en la trastienda de sus modelos, obran contradictoria pero efectivamente cada cierto tiempo en la irrupción de crisis económicas que derivan casi inmediatamente en otras crisis (política, sanitaria, educativa, laboral, ideológica) configurando crisis integrales del sistema, como lo que está sucediendo ahora, con la particularidad de que a esta última crisis económica se añade una crisis ambiental y sanitaria de envergadura descomunal que está agravando más todavía la crisis económica capitalista y sus consecuencias en el pueblo.
Una crisis sanitaria cuyas bases estructurales han sido ciertamente engendradas endógenamente por el propio capitalismo en el decurso de dos factores: el modelo neoliberal que ha erosionado gravemente la atención sanitaria particularmente de los más pobres, y el aumento de la explotación laboral y social acompañada por la pobreza y extrema pobreza que han erosionado terriblemente el cuerpo humano (mala alimentación, enfermedades, desnutrición) predisponiéndolo a una fácil colonización de virus y bacterias y, por ende, a enfermedades y muerte como lo que está sucediendo con la infección Covid-19.
Una crisis económica no significa necesaria y automáticamente el desplome del capitalismo y su sustitución por un sistema nuevo llámese socialista, progresista o como se llame. Al contrario, la historia del capitalismo demuestra más bien que las crisis económicas de esta naturaleza son el desfogue de las contradicciones capitalistas que lo inducen, en caso extremo, a optar por salidas nuevas reorganizadoras en un contexto de profunda confrontación capital-trabajo y Estado-sociedad, que le posibiliten seguir arrastrándose en una reproducción en el tiempo aunque en ese tiempo se hayan de experimentar nuevas y nuevas crisis hasta que el pueblo organizado alrededor de un proyecto contra-hegemónico y con capacidad resolutiva histórica inaugure un nuevo decurso en el devenir humano.
¿La actual crisis tendrá la envergadura y fuerza suficiente como para inducir al capitalismo a una auto-regeneración bajo un nuevo modelo económico? Todos los elementos de análisis indican que sí, aunque la forma definitiva de ello no esté clara, sumándole a esto el que la o las formas definitivas no dependen sólo del capital sino también del trabajo o, más propiamente, de la correlación de fuerzas entre el capital y el trabajo. ¿Por qué? La crisis económica afecta al capital al disminuir su valorización y enflaquecer su acumulación. El mercado se paraliza o disminuye, los beneficios caen e incluso muchos capitalistas ingresan a la bancarrota a pesar de la ayuda que pueda brindarles el Estado.
De igual modo aumentan los despidos, la desocupación y el desempleo, la pobreza y miseria de millones de personas acentuada, en estos momentos, por la enfermedad y la muerte que afecta en sobremanera a las clases populares. Por lo tanto, en un proceso de recuperación de la economía la clase capitalista necesita según su propio interés bajar costos a expensas fundamentalmente del trabajo (despidos “perfectos” o no “perfectos”, menos contrata de fuerza laboral, disminución de los salarios, extensión del horario de trabajo, “trabajo remoto” y negación de derechos sociales de la clase trabajadora) con el apoyo directo o indirecto del Estado; mientras, en contrario, el trabajo busca defenderse exigiendo al Estado obrar con justicia y legalidad, organizándose y movilizándose tomando instalaciones, ocupando espacios públicos como formas de protesta, denunciando nacional e internacionalmente la cadena de abusos que perpetra el capital, etc.
La suerte en este pulseo se define al final de cuentas por la correlación de fuerzas material, política e ideológica que se configure activamente y durante todo un periodo donde la confrontación puede tener dos posibles derivaciones alternativas: o el capital triunfa con el apoyo de la fuerza legal y un gobierno autoritario así como un vasto despliegue de think tanks (“tanques de pensamiento”, “laboratorio de ideas” de la burguesía) imponiendo una lógica económica recuperativa con total sometimiento del trabajo al capital bajo una forma que podría ser un segundo neoliberalismo; o se configura una fórmula transaccional de pacto capital-trabajo con respeto a la propiedad privada y la economía de mercado con regulaciones, y derechos sociales, políticos y civiles traducidos en mejores condiciones de vida de la clase trabajadora y la población en general incluyendo una nueva Constitución Política.
En la experiencia que mejor recordamos luego de la II Guerra Mundial inter-imperialista el capitalismo mundial, salvo EEUU, quedó arruinado teniendo al frente un poderoso movimiento social levantisco y reivindicativo liderado por sindicatos y partidos socialdemócratas con mirada puesta en la vitrina del socialismo soviético y otros; configurándose una confrontación de fuerzas más o menos equivalenciales que dio origen a lo que se ha conocido como un Estado de Bienestar (“Estado Social y democrático de derecho”) de matriz liberal y keynesiana en una combinación donde se tuvo que renunciar a algunos dogmas liberales en materia económica como la estabilidad de precios y el equilibrio presupuestario con el reconocimiento de un papel activo del Estado en la vida económica y social.
El pacto social implicó, además, el mejoramiento del empleo de la clase trabajadora, el incremento salarial y la extensión de las prestaciones sociales así como el incremento del consumo de masas, en una coyuntura de largo plazo donde el capitalismo, gracias a este pacto, logró su recuperación y la clase trabajadora mejores términos en la entrega de su fuerza de trabajo y generación de plusvalía, con beneficios que alcanzaron progresivamente a diferentes grupos y categorías sociales; hasta el momento en que, luego de aproximadamente treinta años, el capitalismo volvió a entrar en crisis (años 70 y 80 del siglo anterior) y se reestructuró, está vez con una clase laboral completamente desarmada, con un neoliberalismo a la ofensiva política e ideológica, y su manifestación en el poder político como un Estado neoliberal en estos momentos, también, en acelerada caída.
¿Se abre la posibilidad de un nuevo pacto-social? Sí, siempre y cuando el campo popular superando su debilidad actual desarrolle su organización gremial y las fuerzas policéntricas de la izquierda y el progresismo converjan en una unidad programática sustancial, sean parte activa en la definición de la correlación de fuerzas en el nuevo escenario e impongan sus términos en este nuevo pacto social capital-trabajo y en un nuevo ordenamiento estatal. ¿Cuál sería ese nuevo ordenamiento? ¿Un neo Estado de Bienestar social democrático? ¿Un nuevo ordenamiento estatal que transite inevitablemente por una nueva Constitución Política? Las puertas para la reflexión y el debate están abiertas.
Luis Vilcatoma Salas – Doctor en Educación y Docente Universitario