El rostro de la Descentralización en el Perú
La denominación y/o tipificación del Estado peruano como los Estados Unidos del Perú, pareciera tomarlo como una lisonja, burla o un pequeño hazmerreir en lo que es el Perú, como un Estado dividido en departamentos, provincias, distritos y hoy en regiones y, que no responde acertadamente al problema del centralismo asfixiante y perverso en contra de nuestra verdadera nación. Lo cierto es que el país no acierta desde los primeros atisbos de la lucha por la descentralización como Estado Federal en 1911, ensayados y propugnados por la ciudadanía de los pueblos del Ande y en diferentes momentos de la historia republicana.
El Perú, dentro de un planteamiento de tipo jurídico, es una nación. Como nación en sentido político, se puede decir que hay una integridad de carácter fiscal como lo hubo en la época incaica y colonial. Es el sistema fiscal lo que hace del Perú una unidad. Es decir, en la concentración de excedentes. Pero si vemos las regiones desde otros parámetros, el Perú aun no es una nación. Es una nación en formación, porque una nación propiamente andina tiene que basarse en categorías fundamentales homogéneas.
Por ejemplo, en la categoría económica. Si observamos la capital, Lima, vemos grandes consorcios, están las embajadas de los países que tienen relaciones comerciales con el Perú y, en resumidas cuentas, para el limeño criollizado “Lima es el Perú”. En las provincias no hay consorcios económicos menos embajadas. Todo se decide en Lima. Nuestras capitales provinciales y regionales son todavía aldeas donde el cacique provinciano de nuevo tipo, amparado por la clase política, como los gobiernos regionales y otras autoridades, son los nuevos mendigos y, lo peor, sin iniciativas para el desarrollo de sus regiones.
Recordemos, que la vieja aristocracia criolla de la Costa, a su vez, se vio desplazada desde mediados del siglo XIX por un sector de su propio seno, que mediante grandes negociados con los recursos del país y en estrecha vinculación con el imperialismo inglés primero y norteamericano después, acumularon enormes riquezas. De esta plutocracia, que aún existe, u oligarquía criolla, nace la burguesía nacional dependiente. Clase burguesa imbuida de los prejuicios raciales y culturales, que anidan en la vieja aristocracia criolla contra las masas de los actores populares.
Lamentablemente, este no es un país plenamente incorporado e integrado dentro de los circuitos eminentemente económicos, tampoco socialmente, porque existe un desconcierto en los que se refiere al status social del capitalino provinciano migrante que vive constantemente agredido por las capas sociales mimetizadas y, estos a su vez, los provincianos hoy capitalinos, miran de lejos a sus provincias alejándose cada vez. Lo único rescatable es su añoranza, su tristeza y su borrachera a la hora de recordar al terruño en sus festividades religiosas.
Teniendo en cuenta las razones señaladas y los hechos históricos que se ha vivido, las aspiraciones de construir un Perú autentico y soberano corresponde a las clases y nacionalidades andinas y amazónicas, actualmente explotadas económicamente y marginadas en sus derechos sociales, cívicos y culturales.
Hoy, lo estamos viviendo obligados por el pandemonio coronavirus de lo perjudicial que es el centralismo para el desarrollo de la población en el país. No se imparte buena educación en los tres niveles: inicial, secundaria y universitaria, donde no llega la tecnología de la información y las comunicaciones para el uso de los estudiantes y profesores. La salud en abandono con profesionales médicos sin la protección y adelantos científicos de la medicina. Con suma tristeza vemos que en el país existe extrema pobreza en los niveles de la clase media para abajo.
Por eso, plantear en el Perú el problema nacional es entrar en un terreno sumamente difícil, espinoso y preocupante. Significa interrogarnos inmediatamente sobre nuestra identidad cultural y sobre nuestra identidad como nación, como Perú. Es poner por delante el problema de la Constitución del Estado peruano, de su economía y sociedad, de su independencia y soberanía.
Estas son las razones fundamentales para una verdadera descentralización del país y no remedos, como la actual regionalización. Este problema no viene recién, sino, desde hace décadas, desde la Guerra del Pacifico, que no podemos superar. (Del autor: “Perú, de cara y de perfil”).
Dr. Fortunato Turpo Choquehuanca – Analista Internacional